El sol y la luna
El sábado me tocó presenciar el amanecer, iba en el auto rumbo a la frontera norte de México, Nogales, y vi algo que llamó mi atención, quizás sea cosa de todos los días pero también son detalles que uno no siempre aprecia por distintas razones.
Mientras el sol estaba a punto de salir por el oriente, donde ya se apreciaba el tono naranja en el cielo, en el poniente la luna aún se veía en el cielo, redonda y con mucha luz.
Es un espectáculo para disfrutarse, al igual que ciertos paisajes antes de la llegada a la ciudad fronteriza antes mencionada.
Había partes que parecían salir de una pintura, el tono amarillento de las hojas de algunos árboles combinados con el verde de los cerros fue un panorama digno de pasar por el lienzo del mejor pintor. Lo que sí es cierto es que las personas susceptibles de marearse vayan preparadas con pastillitas, porque antes de llegar a Nogales hay unas curvas peores que las del camino a Alamos ya por muchos conocidas.
Mientras el sol estaba a punto de salir por el oriente, donde ya se apreciaba el tono naranja en el cielo, en el poniente la luna aún se veía en el cielo, redonda y con mucha luz.
Es un espectáculo para disfrutarse, al igual que ciertos paisajes antes de la llegada a la ciudad fronteriza antes mencionada.
Había partes que parecían salir de una pintura, el tono amarillento de las hojas de algunos árboles combinados con el verde de los cerros fue un panorama digno de pasar por el lienzo del mejor pintor. Lo que sí es cierto es que las personas susceptibles de marearse vayan preparadas con pastillitas, porque antes de llegar a Nogales hay unas curvas peores que las del camino a Alamos ya por muchos conocidas.
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