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Anécdota

Hace ya algunos años estábamos en nuestra casa de la colonia Nacameri plácidamente dormidos Joaquín y yo, no hacía ni mucho calor, ni frío, así que pasar la noche con abanico era suficiente.
El ventilador que teníamos había sufrido un accidente y la rejilla de enfrente se había caído, por lo que yo me acosté con esa preocupación.
En brazos de Morfeo comencé a inquietarme mucho, soñaba que el abanico le había agarrado el brazo a Joaquín, porque era él quien estaba más cerca. Entre dormida y despierta lo jalaba yo del otro brazo para poder “salvarlo”, pero lo que pasaba en realidad era que lo estaba arañando. Ante esto él comenzó a gritar muy fuerte y yo creyendo que era a causa del abanico lo seguía jalando.
¡¡¿Qué tienes?, ¿qué tienes?!!, me dijo sacudiéndome, en eso ya despierta totalmente le digo, “¡¡el abanico, el abanico!!”.
“¿Qué tiene el abanico?”, pregunta.
“Pues te estaba agarrando el brazo”, al fin le digo.
“No, tú me estabas arañando y me dolió”, dijo señalándomelo.
Gulp. Y sí, fui yo la que lo dejó como si se hubiera agarrado con un gato. Jeje.

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